jueves, 8 de mayo de 2014

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@Billkaulitz - B&W #wednesdays


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Cantando al Mar






En los diferentes mitos y leyendas creadas por el hombre, se describe a las sirenas, como mujeres hermosas, con colas de pez que habitan los mares y hechizan a los hombres con sus hermosas voces al entonar una melodía erótica que encadena al fondo del océano sus corazones. Pero en esta historia, una de ellas, no sabe cantar; Perla es su nombre, era abrir los labios, liberar aire por sus cuerdas vocales y solo lograr que las burbujas agitaran el agua. Sus demás compañeras, desde la más pequeña a la más grande reían por su inutilidad, ya que toda sirena se dedicaba a atraer hombres a la bahía y devorarlos luego en el fondo del mar. Perla miraba tristemente como todas se divertían con sus presas, eran seres hermosos y con miradas inocentes hasta que los marineros se encontraban presos y eran tragados por el océano como un banquete de ilusiones de amor. Con el pasar del tiempo, Perla fue quedando excluida del grupo. No se alimentaba de los corazones de las presas de sus hermanas, su dieta era a base de algas y plancton que compartía con algún grupo de peces que no les apetecían los restos humanos de las sirenas. Una noche, como se había hecho costumbre, se recostó sobre las olas admirando la luna que se encontraba redonda y esplendorosa, llena de sombras y tan solitaria como ella sobre aquel negro infinito. Y fue allí en medio de la nada, cuando escucho una voz, una masculina y dulce que entonaba una triste canción. Para Perla era la primera vez que escuchaba una voz masculina que le erizara las escamas y no por temor. Anonadada nadó lentamente y se detuvo lo más cerca de la orilla vislumbrando allí al dueño de esa voz tan dulce y sensual. Era un muchacho, con la piel tan blanca como el espectro en medio del cielo, con su cabello oscuro largo ondeando por el viento como las olas del mar nocturno, ahora comprendía a los pobres marineros víctimas de sus hermanas, quienes las seguían cuando cantaban hasta su terrible final. Tan hechizada estaba que no se percató que se encontraba demasiado cerca y el humano podría verle, recibió entonces la primera mirada curiosa de unos inocentes ojos cafés.

— ¿Una sirena? — Murmuró asombrado el joven humano — ¿Eres peligrosa?

La sirenita ahora aún más atraída por su belleza sacudió la cabeza en una agitada negación.

El chico suspiró inquieto- dicen que hipnotizas a los hombres para luego alimentarte de sus corazones.

La chica negó agitando aún más la cabeza y haciendo señas con las manos para expresarle que ella no era peligrosa.

— ¿No puedes hablar? Oh vaya, entonces ¿tampoco puedes cantar?

La sirenita volvió a negar pero esta vez con algo de pena.

—Si quieres puedo cantar para ti— Ofreció el chico con las mejillas carmín— y luego enseñarte, mi nombre es Bill.

Y entonces en un susurro, uno tan suave que no pudo ser percibido por el oídio humano la sirenita pronunció su primera palabra sellando así un juramento de amor eterno: Bill.

—Nadie que cante así, mire de esa manera y sonría con tanta inocencia puede ser peligroso— pensó la sirenita devolviéndole una sonrisa como modo de respuesta afirmativa a su ofrecimiento.

Desde entonces cada luna llena se repetía el encuentro, Bill y la Sirenita se sentaban juntos en la orilla, el joven muchacho entonaba varias canciones y la sirenita lo seguía con breves susurros. La siguiente luna, Bill entró al agua, y la sirenita lo enseñó a nadar; la siguiente luego de entonar una canción Bill unió sus labios robándole el primer beso de agua de mar. Sus hermanas al ver que se relacionaba con un humano y que era tan hermoso intentaron atraerlo hasta el fondo marino, pero no hubo canto alguno que pudiera hipnotizarle, porque desde el primer encuentro ya el joven había entregado en una canción al mar su corazón a la sirenita, y ninguna de ellas podría devorarlo ahora.

martes, 6 de mayo de 2014

Mi estrella fugaz...







Cuando veas una estrella fugaz, guárdala en tu corazón, es el alma de alguien que consiguió darle amor a los suyos. Cuando oigas a un niño preguntar por qué el sol viene y se va, dile que en esta vida no hay luz sin oscuridad.



Ha pasado ya casi un año en que llegaste a mi vida como una estrella fugaz, iluminándome todo por un momento, luego te apartaste en ese cielo infinito perdiéndote entre puntos de luces que me ciegan la vista. Te busco en todas partes, en cada pequeño que ríe, en cada niño que llora. Aun no me acostumbro a tu partida, aunque me haga la fuerte, si, es que sacaste una extraña fortaleza en mi desde que supe de tu venida, pero duele, duele no verte, duele no escucharte, porque si hablamos de sentirte mi adorado eso sí puedo hacerlo aún, en cada brisa, en cada gota de lluvia, en cada rayo de sol sé que estás tú, sin embargo te sigo buscando en el infinito con la esperanza de que en un momento a otro te veré nuevamente pasar y que esta vez te quedes a mi lado haciéndome compañía en esta vida tan corta, pero que se vuelve tan larga sin ti.