jueves, 31 de julio de 2014

Reencuentro




Esta noche en la soledad de mi habitación, te recuerdo, te extraño como siempre lo hago. Pero ¿sigues siendo tú? Has cambiado, te veo diferente. Pero si cierro los ojos en la oscuridad puedo escuchar tu voz, imagino tu sonrisa cálida y tus ojos llenos de vida. Pienso en ti, noche y día y me pregunto. ¿También piensas en mí?, ¿puedes sentirme?

Mis miedos se hicieron presentes cuando caminando un día te reconocí. Estabas allí, pero no tuve el valor de acercarme y decirte, estoy aquí, soy yo. ¿También me buscabas?

Me sonroje al final cuando pasaste por mi lado y me sonreíste. Seguramente viste mi rostro sorprendido. Te detuviste y me susurraste con tu cálido aliento - ¿Estas bien?- yo solo pude asentir. Y continuaste tu camino.

Esta noche sola en mi cama te recuerdo, te extraño. Y desearía no estar sola, te siento, te imagino. Y recuerdo esa vida donde pude disfrutar de estar entre tus brazos, y tus manos quemando sobre mi piel. Deberías estar aquí donde te quiero, y no allá donde te extraño.

Supe que asistirías a una fiesta, así que decidí ir. Intentaba estar lo más cerca posible para admirarte, y sonreír orgullosa del hombre que te habías convertido en esta vida.
Camino a uno de los balcones donde te vi recostado sobre el barandal fumando un cigarrillo.
Arrugue la nariz, recuerdo que en otra vida tenías la misma costumbre y yo te reprendía una y otra vez por ello.

Vi a una chica acercarse y a ti, le sonreíste y le abrazaste. Una llama de calor se acumuló en mi pecho. ¿Celos? ¿Celos de que otras manos te acariciaran cuando yo estaba tan cerca de ti? Quizás. Porque te siento aun tan mío. Y tú no sabes que volví por ti.

Tus ojos, esos llenos de vida color café me miran por sobre ella. Me sorprendo e intento escapar de ti. Tú caminas hacia mí y tratas de alcanzarme. Sonríes y me tocas. Es el mismo tacto que recuerdo. Solo que ahora tus manos son más jóvenes, cubiertas de accesorios que considero hermosos en ti.

-¿Estas bien? ¿Estas helada?- me susurras. Y Yo asiento una y otra vez.

- ¿Te conozco? – esa pregunta y tus ojos llenos de curiosidad me dan una esperanza. –El otro día, en la calle, ¿eras tú?- Y así como llegan mis esperanzas se desvanecen. Vuelvo a asentir y te susurro un lo siento algo inaudible e intento alejarme.

-Espera- dices en un tono alto y con un toque de desesperación- No te vayas aun.

Miro a la chica que hace un momento estaba a tu lado y esta sonríe acercándose a ti y susurrándote algo en un idioma que no pude entender. Asientes y ella se retira de nuevo al salón donde todos se divierten.

-Soy Bill, Bill Kaulitz – te presentas tendiéndome una de tus manos. Una cubierta por arte en piel, tan llamativa, hermosa y delicada.

-Si lo sé- es lo único que logro decirte. – Yo te conozco.

Tus ojos me miran extrañado.- Claro, las noticias. – Me dices con un tono un poco desilusionado- ¿Quieres algún autógrafo? ¿Por eso te acercaste? – se nota en tus ojos algo de inquietud.

-No, yo solo quería ver si estabas bien.

Ante mis palabras tu mirada cobra un brillo especial, ese que me hizo reconocerte y saber que debía buscarte. Me trago mis miedos y me presento ante ti con el nombre que me dieron en esta vida.

-Soy Dea, un placer conocerte Bill Kaulitz.

Tú sonríes y tomas mi mano. Y siento esa calidez que brota de tu piel, aquella que tanto extraño.

-Quisiera invitarte a mi grupo. – te digo con la esperanza de que no te espantes y huyas de mí

-¿Grupo? ¿De qué se trata? – descansas tu peso en tu pierna izquierda y recuestas tu espala en una columna. Quizás logre captar tu atención.

-¿Crees en las vidas pasadas? – te comento un poco cautelosa.

Asientes con un toque de curiosidad en tu mirada.

-Puede que allí encuentres la respuesta sobre tu alma gemela.

Acomodas tu peso en ambos pies y pasas tus manos por tu cabello rubio haciendo que se desordene un poco.

-No lo sé, yo,- titubeas un poco- ¿Cómo sabes que le busco?

¿Me buscabas? ¿En verdad lo hacías?

-Porque también te está buscando y te esperará toda la vida si es necesario al menos hasta que la recuerdes ¿Crees poder reconocerle?

Te veo asentir un poco dudoso. Saco un marcador y tomo tu mano anotando un número telefónico.- Aquí podrías llamar y tomar la hora que sea más cómoda para ti, va mucha gente, es fantástico- Tomo mi medallón y lo coloco en tu cuello, acariciando las finas hebras de tus cabello -Llama cuando estés seguro.

Y salgo del balcón sin ser detenida por tu parte.

Nuevamente sola en mi habitación. Pienso en el tiempo que ha pasado. Asistí semana tras semanas a la meditación y nunca coincidimos. Quizás, nunca llamaste, quizás no te interesó. Aun espero paciente porque recuerdes. Se dice que entregarle a la persona un objeto de su vida anterior facilita el recuerdo. Dentro del mismo está la energía que le conecta con su pasado y activa la memoria inconsciente. Así que solo tuve que esperar paciente porque un día despertaras y supieras que estaba más cerca de lo que puedes imaginar.

El sonido del timbre me saca de mis pensamientos. Miro el reloj. Es de madrugada. Así que me recuesto sigilosamente en la puerta principal para mirar de quien se trata. Siento un escalofríos recorrer mi cuerpo cuando te veo allí de pie frente a mi puerta. Me apresuro a abrir y dejarte entrar.

-Lamento la hora- me dices con el cabello húmedo por las pequeñas gotitas de lluvia que caían esta noche. Te veo hermoso y brillante, tan hermoso por fuera como por dentro.

-¿Qué haces aquí?- logro pronunciar luego de unos minutos de observarte.

-Yo, no te vi en el círculo - te sonrojas un poco. –Yo quería volver a verte.

Me acerco a ti sonriendo y sacudo un poco las gotitas de agua de tu chaqueta.

-Cuando me lo entregaste- sacas el medallón de tu cuello- supe que algo pasaba. No me es fácil creer en todo lo que me dicen, pero ese día en la esquina de los Ángeles, supe que te conocía.

-¿Cómo lo supiste?- te pregunté aun centrada en tu chaqueta.

-Tus ojos – dijiste tomándome del mentón para conectar nuestras miradas- Yo lo supe desde que me miraste, pude sentirte en toda mi piel.

Mi mano viaja por tu pecho hasta el lado izquierdo donde está tu corazón, puedo sentirlo latir desmesuradamente.

-Yo te veo Bill.- te digo sonriente.

-Yo te veo Dea y te reconozco. – tu mano viaja también hacia mi corazón y tus ojos cafés se mueven hasta los míos destellando sorpresa en ellos. Una lágrima cae por tu mejilla y no se descifrar si hay miedo o alegría en ella. Acaricio tu mejilla con ese rastro salado en el y cierro mis ojos intentando conectarme con lo que eres hoy. Siento que ahora eres tu quien me acaricia y me mima, no solo con tus manos sino que también tus labios se unen a los míos, cálidos y ardientes, fundiéndote en mí, absorbiendo toda la calma y la paz que tanto anhelamos.

Cuando dos almas gemelas han de encontrarse, el cosmos se confabula para posibilitarlo.

Esta noche, en mi habitación, contigo a mi lado. Veo a lo lejos mi soledad, aquella que me permitió crecer y evolucionar para reencontrarme contigo. Esta noche en tu compañía, te recibo en mi cuerpo, te recibo en mi vida. Acaricio cada parte de tu piel y admiro en lo que te has convertido, esta noche, en mi habitación nuestras almas vuelven a ser una.

Escrito Inédito para Tokio Hotel Magazine n°19.
Gracias por leer...